sábado, 30 de diciembre de 2017

LA SUPUESTA AUTORIDAD CIENTÍFICA MASCULINA

“Desde niña tuve el empeño de estudiar. Mi padre quería casarme bien, que fuese buena esposa, buena madre... Y yo me negué. Me planté y le confesé que quería estudiar...” Rita Levi-Montalcini.

Todos creemos en la igualdad entre el hombre y la mujer. Todos somos defensores de la necesidad de equidad entre la mujer y el hombre en la sociedad. Por lo menos en público. Cuando aparecen comentarios públicos contrarios a esta igualdad suelen producirse contestaciones rápidas de repulsa por parte de la sociedad. Por lo menos de una parte de la sociedad. Hay otra que permanece callada. Podemos tomar como ejemplo las palabras de eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke, de marzo de 2017, sobre la igualdad salarial: "Por supuesto que las mujeres deben ganar menos que los hombres. Porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes, y por eso tienen que ganar menos”. Muchas personas dijeron en su momento que el eurodiputado era conocido por sus polémicas machistas y racistas o por tener una orientación política de extrema derecha. Parece que eso es suficiente para justificar lo que de por sí es injustificable. En el mes de noviembre de ese mismo año, el eurodiputado volvió a la carga al echar la culpa de la baja natalidad en Europa a que “todos se empeñan en que la mujer trabaje fuera de casa”. Hubo grupos parlamentarios que contestaron rápidamente a estos exabruptos del eurodiputado polaco pero hubo otros que, de nuevo, callaron. Y como ya sabemos, el que calla otorga.

La famosa polémica del eurodiputado polaco de marzo de 2017 se inició cuando éste realizó una intervención empezando con esta pregunta “¿Sabe usted cuántas mujeres hay entre los primeros cien jugadores de ajedrez? Se lo diré: ninguna”. Al leer estas palabras no logré entender qué tiene que ver la velocidad con el tocino, o lo que es lo mismo, el ajedrez con la igualdad salarial. Pero rápidamente me vino a la memoria un razonamiento muy parecido que hizo un eminente científico, el padre de la evolución, Charles Darwin. Es el famoso comentario de las dos listas con nombre de hombres y mujeres eminentes. ¿Y si a lo largo de la Historia de la Ciencia hay momentos parecidos a los vividos en la Eurocámara?

Si nos damos un paseo por la historia de la Ciencia y leemos los comentarios de algunos eminentes científicos sobre la aportación femenina al desarrollo de la Ciencia y la investigación, el resultado no es del todo halagador. Obviamente, estos comentarios no quedan restringidos al campo científico sino que lo sobrepasa y muestran la valoración de la mujer en la sociedad ¿Son producto del tiempo en que vivieron o son el resultado de algo más profundo e intemporal que ha existido y existe en nuestra sociedad?

Charles Darwin
(Imagen: www.biography.com)
Charles Darwin (1809-1882), en “El origen del hombre” (1871) planteaba la idea de hacer dos listas con los hombres y mujeres más eminentes en distintos campos científicos y no científicos y tratar de compararlas para obtener conclusiones sobre la capacidad intelectual de ambos. Para el padre de la evolución, las dos listas no tendrían comparación y mostraban de forma clara y sin atisbo de duda la preeminencia mental del hombre sobre la mujer. Además, apoyándose supuestamente en las leyes de la estadística llegaba a la conclusión de que la capacidad intelectual del hombre supera a la de la mujer. ¿Qué más daba que las situaciones de partida histórica de hombres y mujeres no fuese igual desde cualquier punto de vista social, económico o académico? ¿Qué más da que el ajedrez nada tenga que ver con la capacidad de hombres y mujeres? Muchas personas tienden a justificar estas palabras diciendo que Charles Darwin era un hombre del siglo XIX, crecido en la época victoriana. Producto de la sociedad en que vivió y de la educación que recibió, podríamos creer que el tiempo sería el remedio a las mismas. ¿Era cuestión de tiempo, entonces, que cambiase la forma de pensar con respecto al género? 

Santiago Ramón y Cajal
(Imagen: www.biography.com)
Avanzamos en nuestro paseo y nos situamos a caballo del siglo XIX y el XX. Aquí nos encontramos con el ilustre Nobel en Medicina y Fisiología, Santiago Ramón y Cajal (1852-1934). Nuestro investigador afirmaba en 1932 que el hombre y la mujer no eran iguales sino complementarios y que ciertos trabajos eran fatales a la salud femenina. Este tipo de trabajos, en palabras del eminente científico, podrían producir a la larga una hembra abortada. ¿Hombres y mujeres complementarios? ¿Qué significaría para nuestro eminente investigador una hembra abortada? De estas palabras solo hace menos de un siglo. Podemos aferrarnos a la misma idea que con Charles Darwin, ¿era cuestión de esperar más tiempo para que las cosas cambiaran? ¿llegaría a lo largo del siglo XX la solución?

James Watson
(Imagen: www.biography.com)
Seguimos con nuestro paseo histórico y llegamos a los años 60 del siglo XX. Los años definidos en ocasiones como de la liberación en muchos aspectos de la sociedad. Son los años de la eclosión de los derechos civiles por todo el mundo. Aquí nos encontramos con otro premio Nobel en Fisiología y Medicina, James Watson. En su famoso libro “La doble hélice” hace una descripción de Rosalind Franklin (1920-1958) muy alejada de lo que cabría esperar sobre la responsable de la famosa fotografía 51 que sería la clave para desentrañar la estructura del DNA. En su libro, el famoso investigador se explaya a gusto con párrafos como “No obstante bastaba con fijarse en ella para saber que no se doblegaría con facilidad. Se abstenía deliberadamente de realzar sus cualidades femeninas. Aunque sus rasgos eran algo angulosos no carecía de atractivo, y si hubiera prestado un poco más de interés a su modo de vestir habría resultado deslumbrante. Pero no lo hacía. Nunca había carmín en sus labios que contrastara con sus cabellos negros y, a sus treinta y un años, su atuendo no demostraba más imaginación que la de las adolescentes inglesas de medias azules. Resultaba fácil verla como producto de una madre insatisfecha que pensaba que una carrera profesional podía salvar a una muchacha brillante de casarse con algún hombre estúpido”. Desde el punto de vista de las relaciones de género, el texto no tiene ningún desperdicio. ¿Doblegar? ¿Cualidades femeninas? ¿Sin carmín? ¿Atuendo adolescente? ¿Producto de una madre insatisfecha? Incluso, me pregunto en quién pensaba James Watson cuando se refería a un hombre estúpido. Eso sí, ninguna referencia profesional a la cristalógrafa que realizó una de las fotografías más importantes de la ciencia. En el libro, la figura de Rosalind Franklin queda reducida a su aspecto físico y a su enfrentamiento personal con Maurice Wilkins (1916-2004). 

Bruno Bettelheim
(Imagen: www.biografiasy vidas.com)
Durante esta misma década del siglo XX, la autoridad masculina en la ciencia viene defendida desde otros campos como la psicología. Aunque en la actualidad los trabajos del psicólogo Bruno Betthelheim (1903-1990) sobre autismo y problemas mentales infantiles esté sujeto a una fuerte polémica, en los años 60 sus trabajos gozaban de un importante reconocimiento. En 1965, el psicólogo de origen austriaco escribía “Todos debemos comprender, en primer término, que si las mujeres quieren llegar a ser buenos científicos o buenos ingenieros, deben ser, antes que nada y ante todo, compañeras femeninas del hombre y madres.” ¿Volvemos a la idea de la mujer como persona complementaria del hombre, defendida por Ramón y Cajal? ¿La mujer como madre y esposa fundamentalmente?¿Habría leído el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke las ideas de Bruno Betthelheim para encontrar las causas de la baja natalidad europea?

Lawrence Summer
(Imagen: www.harvard.edu)
Seguimos nuestro paseo cambiando de siglo. Año 2005. Lawrence Summers, economista que en ese momento era el presidente de la prestigiosa Universidad de Harvard daba una conferencia sobre la diversificación en la ciencia y la tecnología. En cierto momento de la misma, L. Summer sugirió que las diferencias innatas entre hombres y mujeres podían ser la explicación al escaso número de mujeres que ocupan posiciones importantes en matemáticas y ciencias. El presidente de Harvard atribuyó esta supuesta superioridad del sexo masculino, entre otras, a razones genéticas. A falta de algún estereotipo más, también apuntó a la maternidad como una de las causas de esta diferencia de reconocimiento entre los sexos. Volvemos a preguntarnos ¿Diferencias innatas? ¿Razones genéticas? ¿la maternidad como un problema laboral? Las reacciones no se hicieron esperar y, por ejemplo, la prestigiosa investigadora Nancy Hopkins, que también estaba invitada al evento, abandonó el recinto donde se estaba celebrando. Finalmente, debido al fuerte rechazo que produjeron sus palabras en parte del claustro de profesores de Harvard, Lawrence Summer dimitió de sus puesto no sin antes insistir durante un año, por activa y pasiva, que él solo se había limitado a mostrar todos los puntos de vista respecto del tema de la conferencia. A veces, se olvidan las personas que no todos los puntos de vista son defendibles, y más, cuando se ha demostrado en más de una ocasión que son erróneos y se apoyan en ideas que son falsas.

R. T. Hunt
(Imagen: www.nobelprice.org)
Por fin, terminamos nuestro paseo en el año 2015. Otro de los laureados con el premio Nobel de Fisiología y Medicina, Richard Timothy Hunt, muestra su opinión sobre la presencia de las mujeres en la investigación durante una conferencia mundial de periodistas científicos en Seúl. Ante una atónita audiencia, el investigador habla de los inevitables enamoramientos entre compañeros, de la mala aceptación de las críticas por parte de las investigadoras y de su apuesta personal por laboratorios segregados por sexo por el bien del trabajo en investigación. Utilizando sus propias palabras: “Déjenme que les cuente mi problema con las mujeres. Pasan tres cosas cuando están en el laboratorio: te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti y, cuando las críticas, lloran.” Supongo que Timothy Hunt se convertiría a partir de ese momento en una de las fuentes de referencia para Janusz Korwin-Mikke. Todo un premio Nobel hablando de segregación por sexo en pleno siglo XXI. Empezamos por los centros de trabajo y ¿dónde acabamos? ¿en los centros educativos? ¿No podía el premio Nobel recurrir a estereotipos más infantiles y trasnochados como el enamoramiento y el supuesto carácter de las mujeres?

Tras la gran polémica levantada por sus palabras, el laureado investigador pidió disculpas aunque se mantuvo en la defensa de lo dicho y lo achacó todo a un mal entendido. Como reflexionó María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, al conocer la noticia "En un momento histórico donde nos preguntamos como sociedad civil qué hemos hecho mal en los últimos 50 años para que la brecha de género todavía sea tan inaceptablemente grande en todas las profesiones y en todos los sitios del mundo, y buscamos las claves para cambiarlo, las declaraciones de Tim Hunt parecen sorprendentes". Pero también hay personas que defendieron al premio Nobel. El político conservador y alcalde en ese momento de Londres, Boris Johnson, dijo “Tim Hunt estaba haciendo lo que ha hecho toda su vida: señalando un fenómeno natural que había observado”. ¿Sabe Boris Johnson lo que es un fenómeno natural? Su propia mujer, la prestigiosa inmunóloga Mary Collins, le defendió con frases como “Tim se encarga de todas las compras y de cocinar” (cuando la investigadora está de viaje) o “Pero realmente fue parte de su educación. Fue a una escuela de niños en la década de 1960.” ¿A estas alturas compartir las tareas domésticas es un salvoconducto contra el sexismo? ¿Volvemos a escudarnos en la escuela de nuestra infancia sin que nada hayamos aprendido después?

A la vista de este paseo histórico, la pregunta sigue estando presente ¿es solo cuestión de tiempo o hay más elementos a tener en cuenta para salvar la brecha de género que señalaba la investigadora María Blasco? Desde Charles Darwin a Richard Timothy Hunt han pasado unos muchos años pero la falta de equidad en la valoración de los méritos sigue estando presente.

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